top of page

Ámale a Él

Actualizado: 19 abr

La mañana que tenía que cantar me fui a la montaña lejos del ruido y el bullicio de la gente. A veces, el ruido interior es peor, pero por la mañana sabía que ni el ruido de dentro ni el de fuera podían decirme lo que tenía que hacer. Aquella mañana estaba ausente, a la espera de algo más grande que me dijera qué debía hacer, cómo debía actuar e interactuar con el público. Al decir público yo mismo me sobresalto, porque siempre me he imaginado rezando en una Iglesia, de espaldas a la gente. Pero ahora todo el mundo sabe mi verdad: que mi vida ha sido rescatada del fuego, y que no hay méritos en mí salvo los Méritos de Cristo en la cruz. Aún sabiendo todo esto, debía rezar en la montaña, a sabiendas de que Dios no iba a dejarme sólo en una plaza pública, llena de gente.


Aquella mañana solo sentía dolor en mis entrañas, lloraba amargamente y pedía a Dios perdón por buscar tantas veces ser el centro de atención, por buscar lo mío, por no amarle sinceramente. Me flagelaba pensando en que Dios me miraba desde lo alto, y me volvía a preguntar "Dónde estás, Adán". Entonces, bajo un olivo improvisé una oración, y mi dolor resultó ser por Cristo en el Madero. Digo esto porque un día antes me dijeron que era tiempo de acompañar a Jesús en el Calvario, de eso se trata la Semana Santa. Y así lo estaba viviendo en mis entrañas, sin yo saberlo. Mi dolor era el dolor de Cristo, y era el mismo Cristo pidiéndome que me callara, y que solo me quedara a su lado. Entonces escuché en mi mente, "¿Qué vas a hacer para saciar mi dolor, Abel? ¿Te vas a quedar saciando el tuyo, o saciarás el Mío? Entonces, toda mi vida volvió a girarse, todas mis seguridades volvieron a caer a los pies del Madero. ¿Qué iba a darle?


Cuando bajé de la montaña ya tenía una palabra para darle a este mundo. La canción era el medio para darle al mundo esta palabra: que Dios quiere que lo acompañemos y saciemos su dolor. Después, y al mediodía, tuve una conversación con alguien cercano a mí que me dijo lo que necesitaba para calmar mi corazón: "Mantente en el Amor de Dios". Y el mantenerse en el Amor de Dios implica amarle. Así iba a saldar parte de mi deuda con Él, amándole. Ya tengo los brazos extendidos frente al público, frente a quienes me pueden ver en todo momento y escuchar lo que digo. Y lo que tengo que decir es que quiero amarle, y quiero que tú le ames. Yo no quiero un compromiso con este mundo, ni quiero ser el espectador de la Cruz. Quiero calmar su dolor, quiero gritar que lo amo. Porque Él nos amó primero.


Si hay algún mérito es de Cristo. A Él le debo todo cuanto tengo, y a Él debo retornárselo.


Si lees esto, te diré que en mi interior cantaba para Dios diciéndole que le amo, que le doy las gracias a boca llena por salvar mi vida. Y más aún, que, si la gente supiera de mí, no podría imaginarse lo que estoy haciendo. Si lees esto solo te digo una cosa, ámale a Él, porque todo el mérito es suyo. Gracias a la Universidad, a la Cofradía, al Obispado, a la Pastoral Universitaria y a mis hermanos en la fe por darme esta oportunidad.





Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page