Mi obra de arte
- Abel Serna

- 19 mar
- 2 Min. de lectura
Lo que todos saben de José es lo poco que se sabe de él. Es un personaje desconocido, como una sombra. Pero, si nos detenemos a conocerlo, podríamos decir que su vida no tuvo que ser fácil por varios motivos.
En primer lugar, recibe el encargo de hacerse responsable de un niño que no es suyo. No podemos pasar por alto la idea de que José no iba a tener hijos. Cuando decidió casarse con la Virgen María, asumió ser el guardián de su castidad y, por lo tanto, ser casto también él. De modo que no iban a ser padres. El encargo de criar al Hijo de Dios no estaba en sus planes.
En segundo lugar, José tuvo que ser un hombre profundamente religioso, porque su silencio solo puede nacer de una vida espiritual intensa. Su juicio sereno y benigno hacia María cuando le anuncia su embarazo sobrenatural solo puede venir de un espíritu templado en la conexión con Dios. Sin embargo, ser el padre de Jesús lo llevó a una vida de transiciones que poco tenían que ver con una existencia contemplativa. Debía esforzarse por ser padre y también por ser un hombre de acción: decisiones rápidas, cambios repentinos, noches sin dormir.
En tercer lugar, José tuvo que resistir las tentaciones que todos los hombres enfrentamos: escapar, abandonar y dejar de lado a la familia en momentos de dificultad. José fue justo, pero la Biblia no dice que no tuviera pecado. El pecado lo acechaba y, en momentos muy puntuales (como la amenaza de Herodes, la huida a Egipto, el trabajo excesivo o la enfermedad), pudo tentarlo a abandonar a su familia, más allá de que fuera o no el plan de Dios.
José, el perfecto desconocido, luchó con todas sus fuerzas contra la vida fácil que tenía programada, sacrificando sus planes de futuro, su honor como judío y sus bienes para mantener a su familia. Miró hacia adelante y nunca dejó de cuidar a su pequeña familia de Nazaret. Ya no se trata solo del Hijo de Dios y la Virgen sin mancha; es el hombre común, ordinario, que hace crecer y creer al que todavía no ha crecido ni creído. Si no es el hombre perfecto, es lo más cercano que tenemos los hombres a la manera correcta de hacer las cosas: sin miedo, sin mirar atrás, sin vacilar, hasta el final y en silencio.
La canción
La canción anuncia a un hombre en la sombra que trabaja, reza y trata de llevar una vida justa. Sin embargo, en un momento dado se le pide que acoja al Hijo de Dios y a la Madre de Dios. Es un hombre común que sale de las sombras para adoptar al Hijo de Dios, sabiendo que jamás será suyo por completo, viendo a Jesús como un encargo y una misión. De modo que, sí, como artesano vio a Jesús como su obra de arte, pero una obra que jamás sería suya. Es un esclavo de amor, un amor que jamás se consume, pero que existe para verlo crecer y entregarlo a la humanidad en la Cruz del Calvario.

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